
Esta obra de Mailer, todo un peso pesado de las letras americanas, me dejo una marca difícil de borrar. Mailer nos muestra como dentro del libertador y ejemplar ejercito de los aliados, como en todas las grandes organizaciones humanas, había personajes de todos los pelajes y raleas. Generales obsesionados con el poder y la gloria por encima de las vidas de sus propios hombres, ambiciosos oficiales, cobardes, miserables y un sin fin de elementos de dudosa catadura moral.
El autor nos transporta a una isla del pacifico y allí recrea una batalla por el control de la misma. El enfrentamiento entre un enorme y bien equipado ejercito americano que se estrella una y otra vez contra la guarnición nipona que con lo único que cuenta es con un fanatismo desmesurado. Pero este fanatismo no es solo propiedad de los japoneses, el oficial al mando de la operación, obsesionado con su hoja de servicios y por el cumplimiento de los plazos se lanza a una conquista despiadada por encima de la lógica y de la seguridad de sus hombres que sufren una absurda cantidad de bajas. Dentro de la operación a gran escala Mailer nos embarca en una pequeña operación de embolsamiento comandada por un oficial con un nivel moral por encima de la media que se ve obligado una y otra vez a luchar por desplegar un mando racional y correcto. Esta operación casi suicida y absurda, es al final inútil como era previsible desde el principio, puesto que una vez que este contingente alcanza sus objetivos principales la batalla ha terminado.

El castillo en el bosque es una obra cuanto menos diferente. En ella el polémico autor nos lleva de la mano de un demonio, como el se autodenomina, que nos muestra la infancia de Adolf Hitler y de su tortuosa familia. Por el momento y tras unas 200 páginas Mailer me tiene en tensión. Los cambios entre lo humano y lo divino, y los cito como escenarios “reales” de la obra, me transportan como lector en un estado de fascinación y de asombro, lejos eso si de cualquier tipo de artificio efectista o pachanguero. Pero ya veremos como culminamos este arriesgado viaje, por mi parte tengo confianza en la pluma de Mailer.
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