¿Por qué Onofre Bouvila? Bueno
pues creo que por ninguna razón en especial y por muchas en particular. En
particular porque es el personaje de la obra con mayúsculas de uno de mis
autores favoritos, Don Eduardo Mendoza. En particular por que representa la superación
de las dificultades, el éxito de la lucha, la dureza, la perseverancia, el paso
del siglo XIX al XX. ¿Por qué no? Porque no me siento identificado con sus
métodos, por su frialdad y crueldad, por su extrema dureza, por aparente su
carencia de humanidad, por su falta glamour, por su incapacidad para el
refinamiento.
Mientras mi relación con La
Ciudad de los Prodigios es toda lealtad y pasión, obra de la que es
coprotagonista Onofre con permiso de la ciudad de Barcelona, la relación que
mantengo con Onofre es del todo voluble. Como casi toda mi generación,
signifique eso lo que signifique,
descubro a Eduardo Mendoza en el colegio por medio de El Misterio de la Cripta
Embrujada. Desde entonces el Señor Mendoza es activo integrante de mi
biblioteca por méritos propios y por una pasión sin fisuras por esa forma tan
suya de escribir, tanto en sus obras mayores (esa diferenciación que a él tan
poco le gusta) como en las menores. Debo decir y estoy seguro que no falto en
absoluto a la verdad, que he crecido y madurado con las lecturas de Mendoza
como telón de fondo. Pero al libro que he vuelto y vuelvo una y otra vez, unas
veces de forma cercenada y otra global es a La Ciudad de los Prodigios.
¿Por qué? No lo sé con
sinceridad. La primera vez que lo leí reconozco que me costó cierto esfuerzo,
ciertas partes, valles, me dieron más de un quebradero de cabeza, pero al
final, el sabor de boca fue bueno, diferente a lo que había caído en mis manos
hasta esos momentos. Tiempo después llego la segunda lectura y fue aquí donde
realmente descubrí la maravillosa obra que me acompaña desde entonces. Pocos
son los libros que leo por una segunda vez, muy muy pocos, los que lo hago por
una tercera, puedo contar con los dedos de una mano los que han pasado por ese
filtro, y en esa reducida lista se encuentra La ciudad de los Prodigios.

Respecto a Onofre, siento esa cercanía
de lo familiar, lo conocido. Es de casa, lleva mucho tiempo conmigo, sé que
puedo esperar de él, que se pasa por su cabeza, que piensa y como actúa. Le
aprecio, le tengo cariño, es uno de los nuestros. Pero como le conozco, como
conozco su historia, como le he visto crecer y evolucionar lo sé todo de él y
sé de lo que es capaz. Soy plenamente consciente de que se ha ensuciado las
manos, de que no es honesto, que nos ha traicionado, seamos nosotros quienes
seamos, y de que volvería de nuevo a traicionarnos. Quizás en el momento que le
toco vivir no había otra forma de hacerlo, pero lo hizo y no siempre estoy
dispuesto a perdonarlo, ciertamente creo que ni Mendoza esta por la labor de
otorgarle su perdón al final del libro.
Desde aquí, nos vemos pronto.
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