sábado, 27 de octubre de 2012

Landero, simplemente.


Landero es un escritor al que se llega. Su prosa peculiar, sus escasos libros, seis en total  en toda su carrera hasta la fecha, sus historias, su forma de mostrarlas, no lo convierten en un escritor de masas. Eso también me gusta, leer algo diferente a lo que “todo” el mundo consume me permite refugiarme de alguna manera en un sitio más personal, más íntimo, más mío a fin de cuentas. Me gusta además regalar sus libros, porque la gente generalmente no los conoce, pero sobre todo por que sorprende, Landero nunca deja indiferente.

Landero llega a mis manos por primera vez a través de El mágico aprendiz. Sin conocimiento previo del autor, y con unas breves referencias de terceros sobre su obra   Juegos de la edad tardía, El mágico aprendiz entra a formar parte de mi modesta biblioteca. La obra me entusiasma de principio a fin, Landero crea y manejo unos personajes increíbles. Llegamos a ellos como desconocidos y los abandonamos con dolor y tristeza. Son completos, enteros, reales, activos. La riqueza de matices, de pensamientos y de contenido con que el autor los arma es sobresaliente. Pero lo mejor de todo es como lo hace, con una carencia lenta, sencilla y transparente. Los vamos conociendo y entendiendo sin ser conscientes de ello. Vamos integrándonos en sus vidas, en sus penas, en sus pensamientos.

Matías, el protagonista, recoge todas nuestras tristezas y nuestras mediocridades y las hace suyas. En el podemos vernos reflejados, en el podemos ver todo ese mundo gris que nos atenaza y nos convierte en muchas ocasiones en seres predecibles y aburridos. Con Matías también corremos para escapar de nuestra mediocridad y nuestras ataduras. Mucha gente acusa a Landero de lentitud, de que no en sus libros no pasa nada. Es cierto, en sus libros no hay intriga, no hay intriga. En sus libros esta la vida, nuestra vida, la de nuestro vecino. Por lo menos un poco de todos nosotros.

Pero dentro de su simpleza, su lentitud, su color gris, Matías es enternecedor, es Matías. Un ser que solo busca tener una ida con algo más, con esa esperanza al final del día que le ayude a levantarse cada día, a vestirse, a salir a la calle y trabajar, comer, caminar. Porque es cierto que Matías es triste, gris y no muy listo, pero aún no ha perdido la capacidad de ilusionarse y aprender, por eso y para eso sigue vivo.

Gracia Matías, gracias Landero.

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