lunes, 19 de noviembre de 2012

Lo que no está escrito. Quizás....

Rafael Reig es sin lugar a dudas un periscopio al lado oscuro. Sus personajes nos muestran esa parte de nosotros que ocultamos, que queremos olvidar que existe. Son esas almas perdidas, de bajas pasiones, que siempre vemos en los “otros” y nunca en nosotros mismos. Pero nos pese o no nos pese son reales y están aquí con nosotros.

Hasta la fecha mis lecturas de Reig se habían centrado en títulos de novela negra, en donde el autor se siente tan cómodo. Lo que no está escrito, su última obra, bucea por otros mares muy diferentes en la superficie, pero no tanto cuando descendemos unos pocos metros.

Un padre atormentado, una relación rota, un pasado que vuelve una y otra vez, un hijo perdido en medio de una relación a medio camino entre la destrucción y la pasión. Rafael lleva a los personajes a los límites de la realidad, los empuja, los estruja contra sus perjuicios, sus pasiones y sus necesidades más ocultas y oscuras. Los conforma partiendo de unos roles preestablecidos para después descolocarlos, y a nosotros como lectores nos lleva de un lado a otro en el margen constante de la duda.

El libro nos despliegue una acción muy contenida, que se desarrolla en un espacio muy corto de tiempo y en donde tenemos la sensación constante de que el tiempo es variable y va cambiando a lo largo del relato. Si durante la primera parte del libro vamos ahondado en los personajes principales y conociendo su pasado su entorno y como han llegado hasta aquí a partir de un punto entramos en una silenciosa espiral, que poco a poco nos va llevando a un estado de angustia, de desazón importante.

El libro desde luego no deja indiferente. Personalmente, yo llegaba al mismo con las referencias de lo que había leído del autor, muy diferente al título que ahora nos ocupa. Si bien al principio, quizás, me sentí un poco defraudado por que no estaba ante el tipo de obra que esperaba, al final terminaba con un excelente sabor de boca.

Por cierto Reig sitúa parte de la acción en la sierra de Madrid y pinta un fresco muy realista de la misma, aquí el autor ha debido pasar muchas horas pateando esos montes.

Nos vemos pronto.

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